Un mes de Abril del año 2015, partimos dos amigos José y mi persona (Omar), desde Barquisimeto rumbo al Estado Trujillo con la intención de visitar el páramo llamado: “Monumento Teta de Niquitao (4006msnm)”.
Llegando en horas de la tarde llegamos a la Plaza Bolívar del pueblo de Niquitao donde debíamos encontrarnos con otro amigo llamado Oswaldo, luego de transcurrir una hora llega nuestro compañero de equipo, Gracias a Dios!; el plan consistía en trasladarnos al día siguiente unos cuantos kilómetros después del pueblo de Las Mesitas para comenzar el ascenso hacia esta montaña por una ruta no demarcada, diferente a la vía donde se accede al monumento de forma convencional por los turistas visitantes; una vez llegando al sitio y punto de partida de la ruta, luego de abandonar la carretera atavesando por el borde de un sembradío de zanahoria, llegando hasta una casa en un borde por donde debíamos pasar para seguir por un sendero, pasando por dicha casa estaba una perra que cuando me vió se alegró y jubilosamente se me echó encima como si yo fuese su amo y comenzó a correr dando vueltas por alrededor muy alegre, pues nuestra nueva amiga se unió al equipo de exploración como un cuarto elemento, jejejejeje.
Comenzamos el primer ascenso hasta lograr llegar a una primera cima donde acampamos para continuar al día siguiente, la perrita dormía acurrucadita en mi carpa y compartimos la comida con ella, el día siguiente luego de haber atravesado varios pasos rocosos, lagunas, hermosos paisajes de páramo hasta llegar a la base de la teta armamos nuevamente el campamento para hacer cumbre al día siguiente, luego de la cena nos fuimos todos a dormir y mi compañera canela conmigo en mi carpa, al día siguiente amaneció lloviendo muy fuerte que a José se le inundó su carpa y se vio obligado a venirse a mi carpa, no paraba de llover y llover, pues el clima había cambiado drásticamente y nos retrasó el plan, lo cual nos hizo tomar la decisión de no coronar la teta y decidimos descender la montaña cubriéndonos con un plástico negro para evitar mojarnos y evitar una hipotermia, la perrita canela iba metidita allí dentro de nuestro toldo móvil hasta lograr llegar a una bodega en el caserío Miraflores ya casi llegando a la carretera; luego de llegar nuevamente a la carretera asfaltada en espera de un vehículo que nos pudiese dar un aventón, nos organizamos cuando oímos un motor de un vehículo que se aproximaba y le dimos dedo, con la alegría de que logramos parar el camión nos olvidamos de un detalle: (CANELA); la perrita desesperada por subir también al camión se le veía la angustia en sus ojos y su mirada me transmitía un sentimiento de impotencia y a su vez unas ganas de montarla y llevarme la perrita para Barquisimeto; que locura!!, no era mi vehículo y lastimosamente el camión arrancó y la perrita corriendo tras nosotros no queriendo quedarse sola y nosotros angustiados de ver como canela corría y corría detrás que hasta casi un carro que venía en dirección contraria casi la atropella en una curva, creo que canelita corrió como un par de kilómetros tras nosotros y en una recta vi cuando por fin paró y se quedó mirándome con aquella cara que de verdad no pude contener mis lágrimas por ese ángel peludo que nos acompañó en esos paramos trujillanos y que todavía con el tiempo que ha pasado, lloro terminando de escribir este relato de una amistad pura de tres días hermosos que compartí con canela, la perrita de Niquitao.
Omar Joel Rodriguez Calogero
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